La música sonaba a todo volumen. El sonido de los altavoces del autobús alcanzaba las entrañas del Allianz Arena. “Le pido al cielo que pueda reírme de ser como soy, como una potra salvaje que en el oleaje no pierde el sentido, no quiero riendas ni herrajes…”. La potra salvaje, la canción de moda en el vestuario de España, es el hilo musical de su éxito. En el interior del vehículo, los internacionales golpeaban las ventanas celebrando el triunfo ante Francia y la clasificación para la final. No habían pasado ni dos horas del pitido final y la fiesta era de las importantes. No era para menos. Al frente del jolgorio siempre están los mismos. Nico Williams, Cucurella y, por supuesto, Lamine Yamal, el chico de oro, como le ha bautizado la prensa internacional después de esculpir un gol para la leyenda de las Eurocopas.

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