Entusiasta e intrépido, este Espanyol todo lo quiere hacer a máxima velocidad. Pero ese vértigo incontrolable también se vuelve en su contra en forma de ansiedad cuando los planes no salen según lo esperado. Frente al Tenerife lo hizo todo para ganar, pero una vez más la falta de contundencia ofensiva le llevó a la frustración. De nada le sirvió ser superior y merecer más. Esto es la Segunda División y con ser mejor no es suficiente. Perdió su imbatibilidad el equipo de Luis García, que sigue buscando el equilibrio en las áreas para ser decisivo cuando y donde debe serlo.