Desde que Luis Rubiales implantó el nuevo formato de Supercopa, cada vez que iniciamos un nuevo año, excepto en pandemia, reviven los mismos argumentos sobre las inconveniencias morales de disputar la competición en un territorio incompatible con la defensa de los derechos humanos y las libertades. La motivación de trasladar la Supercopa a Arabia Saudí es exclusivamente económica. Me parece un insulto a la inteligencia querer disfrazarlo con pretextos como la contribución a mejorar la vida de las mujeres en este país. Una mentira soez con el sello paternalista de Rubiales. Ahora bien, tampoco hay que ir al otro extremo de la hipocresía social para levantar la bandera de los derechos humanos y señalar al Barça como si hubiera traicionado su espíritu fundacional de inspirar ejemplaridad y valores a la humanidad. El Barça es una entidad deportiva, no forma parte de la administración pública ni es una ONG. Y por lo tanto se mueve, sobre todo, por criterios económicos que le permitan subsistir y crecer y, de paso, pagarse un estadio nuevo y algún fichaje ilusionante. Es un recordatorio para aquellos que exigen al Barça un comportamiento a unas cotas de dignidad que ni mucho menos reclaman, por ejemplo, a los servidores públicos. O a los medios, que podríamos habernos desmarcado y dejar el circo de la Supercopa saudí sin cobertura mediática, y no lo hemos hecho.

Seguir leyendo…