Desde el beso no consentido de Luis Rubiales a la denuncia de Jenni Hermoso por ese mismo acto que restó protagonismo a las campeonas del mundo, la Federación española trató por tierra, mar y aire intentar convencer a la futbolista -quien dijo haberse sentido “coaccionada”– de que no denunciara al presidente del ente que, tarde o temprano, le obligaría dimitir.