No parece Roma mal lugar para pasar a la eternidad. Así lo certificó Europa en una de sus grandes capitales, con un triunfo tan monumental como la ciudad. Recuperó la Ryder Cup el Viejo Continente con una victoria holgada pero igualmente sufrida en una última jornada de esas que no se olvidan. Con más de 50.000 enfervorizados espectadores dibujando bajo un calor abrasador un ambiente infernal para poner su granito de arena en evitar la remontada estadounidense. Engañó a medias el marcador porque la victoria local fue indiscutible pero no debe esconder los sufrimientos vividos durante el ecuador de la batalla, los mismos que alimentaron la euforia que se desató tras la victoria.

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