Uno ve correr hacia el lavabo al presidente de la FIFA, Gianni Infantino, y piensa desde la buena fe lo que cualquiera. Básicamente que el mandamás del fútbol en el planeta tierra no es ajeno a nada de lo humano, incluidos los retortijones de estómago. Solo que a la salida del excusado, para sorpresa de propios y extraños, lo que explica con naturalidad Infantino es que lo que su biología le exigía plantar sin demora no era un pino sino un Mundial. Así es como nos hemos enterado, más o menos, de que España será coanfitriona del Mundial 2030.

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