“Hace mucho calor aquí, verdad?”, decía mientras me abanicaba. “No, aquí está bien”, me contestó él, a mi derecha, en voz baja. “Deben ser los nervios. Es lo mismo que le pasa a cualquier futbolista antes de un gran partido. Los nervios de las horas previas son los peores. Entonces, cuando empieza a rodar la pelota, desaparecen”. Así fue como Juan Carlos Unzué logró calmar mis nervios previos a la programación especial que el martes por la noche TV3 dedicó al ELA. Con sencillez y serenidad. Como si él no fuera el protagonista, el culpable de haber revolucionado el universo de esta cruel enfermedad y el responsable de que todos estuviéramos allí, en el plató, aquella noche del martes. Enfermos, familiares, cuidadoras, la Fundación Miquel Valls, la doctora Povedano, periodistas, cámaras, realizadores, productoras, maquilladoras… todos allí reunidos con un único objetivo, el que se marcó desde un inicio Unzué: hacer que el ELA deje de ser invisible para que los que lo sufren y sus familias puedan vivir dignamente.

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