El equipo de la agonía encontró un rescatador que hacía semanas que estaba colapsado. El conjunto del sufrimiento halló un salvador en su delantero centro, que terminó con su sequía en el momento en que todo parecía irse a pique. Robert Lewandowski gritó presente tras 389 minutos sin oler la portería contraria. Desde el 23 de septiembre que estaba seco como la mojama. Nada hacía indicar que su dinámica fuera a cambiar, perdido, lento de reflejos y sin balones en una primera mitad de desecho. Pero entonces Koundé centró un balón y Lewandowski recordó que su ofició es el de cazador del área. Se elevó de forma majestuosa como si se tratara de un jugador de rugby en una touche. Su giro del cuello para rematar de cabeza y embocar resultó bellísimo, un fogonazo entre tanta mediocridad, un cuadro clásico entre tanta modernidad incomprensible. Bloque alto, bloque bajo, cuadrado, base del cuadrado y demás geometrías variables que complican el fútbol.