Se ha desatado el bellinguismo en el Real Madrid, donde se agotan los superlativos para elogiar al inglés. Se establecen comparaciones con Zidane, y parece que el astro francés se queda corto, y ya directamente con Di Stéfano, que ya es comparar. Di Stéfano reflotó a un equipo que solo había ganado una Liga antes de la Guerra Civil y ninguna desde el final de la contienda. Llegó con 26 años del fútbol colombiano y en su primera temporada (1953-1954) cambió la dirección del viento y de la historia. El Madrid ganó la Liga, repitió en la siguiente y venció en las cinco primeras ediciones de la Copa de Euro­pa, de 1956 a 1960. “¿Quién iba a pensar que aquella copita se iba a convertir en la barbaridad que es ahora?”, solía comentar Di Stéfano. En cierto modo, Bellingham, como todas las grandes estrellas internacionales desde los años setenta, está en el Real Madrid por el efecto Di Stéfano. Un equipo con raigambre estrictamente local se transformó en una marca global del fútbol. Jugar en el Madrid es una aspiración natural en cualquier g ran jugador, contestada 600 kilómetros al noreste por el Barça. Los dos clubs establecieron una dialéctica incomparable en el mapa del fútbol. A un lado Cruyff, Schuster, Maradona, Laudrup, Romário, Ronaldo, Figo, Ronaldinho y Messi. Al otro, Netzer, Hugo Sánchez, Roberto Carlos, Figo, Zidane, Ronaldo, Cristiano Ronaldo, Modric y Bellingham. Con el oropel de esos nombres se construye lo mejor de la historia del fútbol en los últimos 50 años, perfectamente salpimentada por el producto nacional: Butragueño, Míchel, Sanchís, Fernando Hierro, Raúl y Casillas en un lado y Guardiola, Xavi, Puyol, Víctor Valdés, Iniesta, Busquets y Piqué en el otro. Asombra una nómina tan exhaustiva de jugadorazos, imposible de superar en ninguna otra parte del fútbol mundial. Por lo tanto, conviene medir bien las comparaciones de los mejores actuales con los legendarios de otras épocas.

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