Como manda la tradición, coincidiendo con Santa Llúcia, esta semana he puesto el belén. Tal como están las cosas, he sustituido el musgo por serrín, que no estamos para dispendios de agua. De hecho, el río que cruza mi belén baja del todo seco. A lo que no he renunciado es a la alineación al completo de todas las figuritas del belén. El establo es la infraestructura principal que acoge a la tripleta protagonista. Tres figuras como tres trofeos sobre los cuales pivota toda la construcción. La Champions del belén es el Niño Jesús, en el centro de todo, lo que da sentido y aporta universalidad. La Virgen María, como buena madre, es jugar en casa, como la Liga. No puede faltar porque su presencia lo vertebra todo, aporta regularidad, confianza, orden. Y tampoco falta San José, que –como la Copa– si está, siempre completa pero su trascendencia es relativa en el desenlace de la historia. Si puede estar, mejor, como el buey y la mula, pero no es imprescindible en el montaje.

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