En la rueda de prensa posterior al partido del jueves por la noche, la periodista Marta Ramon, de RAC1, le preguntó a Xavi Hernández si seguía teniendo argumentos para creer que se puede ganar la Liga. “Claro que sí”, respondió el de Terrassa. “¿Viste cómo fueron los partidos, ayer? A todo el mundo le cuesta mucho ganar. El Girona gana en el último segundo. El Madrid gana en el minuto ochenta con un córner. Nosotros ganamos en el último momento, con un penalti. Es el fútbol de hoy en día. Nos tenemos que acostumbrar a que difícilmente ganaremos por goleada. ¡Claro que tenemos argumentos! Empezando porque somos los vigentes campeones. Este es el argumento principal. O sea que respeto por los vigentes campeones”. En las últimas ruedas de prensa del entrenador del Barça (“O corremos como animales o no nos llega. No somos el Barça del 2010”, dijo después de ganar al Almería en casa sufriendo) se entrevé una doble voluntad: recuperar el espíritu competitivo de la temporada anterior y rebajar un punto el exceso de expectativas sobre el juego que percibo en el ambiente. Es una de las cosas que más me fascina del trabajo de entrenador del Barça: más allá de liderar el equipo que tiene a sus órdenes, también tiene que ejercer de brujo de la tribu, de esta masa amorfa de aficionados, directivos y prensa que, a falta de una mejor denominación, Cruyff denominó el entorno. Tiene que entender los estados de ánimo, anticipar los estacazos, proponer un norte plausible, conseguir que todo el mundo reme en la misma dirección y, claro, mantener el hechizo. Y en Can Barça, el hechizo va carísimo. En los últimos tiempos nos ha funcionado tan y tan bien aquello del “més que un club” que de un día para otro nos hemos convertido en “el club más difícil”.