Como el payaso sin público que se quita el maquillaje en un sórdido camerino, la decadencia del FC Barcelona sigue su curso. Los discursos institucionales, vertidos por Xavi Hernández desde el banquillo y por Joan Laporta desde el palco, ya no engañan. De la invocación del cruyffismo a la nadería futbolística. Del triunfalismo de la pancarta a la realidad de Riad, capital del país que el presunto club de los valores contribuye a blanquear, paseándose entre jeques, elogiando su apertura democrática. Mintiendo.