En una coincidencia más que buscada por las autoridades, mientras el autobús del Valencia hacía parada en la Avenida de Suecia, el del Real Madrid lo hacía en la soledad de la calle Juan Regla, la más pequeña de las que rodea Mestalla, completamente aislada por la Policía. Mientras casi 15.000 aficionados ché vitoreaban a los suyos, Vinícius era de los últimos en entrar al estadio. Lo hacía con una mochila y unos diminutos auriculares blancos, como queriendo aislarse del ruido. Hace tan solo unos meses, a su llegada al coliseo valencianista tuvo que escuchar algunos insultos, luego convertidos en racistas durante el partido por tres indeseables que siguen siendo juzgados. Afortunadamente, ni dentro ni fuera del estadio se repitió este sábado la escena más allá de algún “qué tonto eres”, y recuperó el fútbol el protagonismo que nunca debió abandonar. Eso sí, aunque el Valencia no dejó entrar a Netflix ni una sola cámara perdió detalle de todos los movimientos del brasileño.

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