Muchos culés han encontrado en el Girona una prestación existencial sustitutoria. Hay vasos comunicantes entre la dolorosa decadencia del Barça, interpretada con lloriqueos varios, y la explosiva eficacia del Girona. En otros tiempos esta dualidad se interpretaría como frivolidad y cambio de chaqueta. Pero los tiempos han cambiado y las identidades líquidas permiten compaginar amores aparentemente incompatibles para integrarlos con alma contorsionista. En otras palabras: hoy Antonio Machín podría cantar perfectamente que “se pueden querer dos mujeres a la vez / y no estar loco”.