Que a mediados de mayo no haya partidos de baloncesto en el Crypto de Los Ángeles (o en el Boston Garden) escapa al orden natural de las cosas, y es algo que los seguidores de los Lakers aceptan con menos resignación cristiana que los barceloneses las piscinas vacías, o los osos polares el deshielo del Ártico. En esta época del año lo que corresponde es hacer cola en la autopista 405, pagar 50 dólares por dejar el coche en un aparcamiento lúgubre (de novela de Dashiel Hammett) con olor a marihuana, apoquinar otro tanto por un par de margaritas enlatadas, y lo que no está dicho por un perrito caliente cocinado con grasa industrial, que no hace ni sombra a los cualquier frankfurt medio decente del Eixample.