Los últimos días pasarán a la historia del Barça por la victoria y la temporada perfecta del primer equipo femenino y las derrotas y la temporada defectuosa del primer equipo masculino. Ambos equipos pertenecen al mismo club, aunque a veces parezca que el femenino se consolida como alternativa sentimental sustitutoria y garante de los valores del escudo que el equipo masculino, amenazado por la avaricia y la expropiación moral que vive el fútbol, dilapida. Si Barcelona, la ciudad que lleva el nombre del club, ha apostado por una obscena sumisión al turismo masificado, el Barça masculino es esclavo de una sumisión similar y de una falta de escrúpulos propia del lado más oscuro y depredador del capitalismo.