Cuando Francia ganó su Mundial en París allá por 1998, andaba uno de corresponsal en la ciudad de la luz –y del amor, con permiso de València–. Cuarenta y ocho horas después del triunfo de la selección más multiétnica, multirracial y brillante de la historia de Francia, los bleus fueron las estrellas de la recepción del 14 de julio en los jardines del Elíseo. Vinimos a decir –menudos adivinos– que aquella victoria era un gol por la escuadra al Frente Nacional. El principio del fin del lepenismo, vaya…

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