No se le conocen veleidades. No se tiñe el cabello ni tiene las piernas y los brazos tatuados. No regatea habitualmente. No está para tonterías. No dispone de redes sociales, pero sí atesora estudios, de Administración y Dirección de Empresas. Guarda una discreción a prueba de investigaciones y, sin embargo, es futbolista. Y qué futbolista. Rodri Hernández, o Rodrigo, juega siempre con la cabeza levantada, dispone de un periscopio en los pies, distribuye, construye y destruye. Crecido y aumentado desde que milita a las órdenes de Guardiola en el Manchester City es el mediocentro por antonomasia. Pero no a la vieja usanza, sino modernizado y adaptado a estos tiempos de físico y ritmo. Aporta pausa, temple, fortaleza y cambio de marcha. Recio por fuera y recio por dentro, desprende sabiduría y justicia.

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