Apareció la lluvia, ingrediente clásico que ya se echaba de menos en el Royal Troon de Ayrshire, y con el frío y el viento cambiante de acompañantes el Open Británico tomó tintes épicos, prácticamente de resistencia ante las inclemencias. De modo que el último major se abonó a la emoción y se encogió de tal forma que habrá una última jornada de infarto, comprimida al límite, con hasta nueve contendientes separados por 3 golpes con posibilidades de optar a una jarra de clarete que ya parecía tener dueño.

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