Los Juegos Olímpicos son el espectáculo global más insólito, extraño y alocado de la humanidad. Hasta el último rincón del planeta envía a competir dónde corresponda a sus mejores deportistas con la esperanza –enternecedora– de que suene la flauta y, por fin, el mundo hable bien de Burkina Fasso, Togo o Samoa, grades naciones que no pasan de una medalla de bronce en su historia, y aún gracias porque hay 65 países que ni eso. Es decir, uno de cada tres estados del mundo no sabe lo que supone ganar una medalla.