Los Juegos Olímpicos simbolizan, por definición, la idea de la superación. Su propia concepción potencia el relato de unos atletas que se preparan durante cuatro años para, en dos minutos o dos horas, jugarse el acceso a la posteridad o al olvido. Muchos añaden un nivel de superación que no tiene que ver con el periodo olímpico sino con la decisión de elegir esta forma de vida. Infancias pobres, contextos bélicos, abusos y migraciones ilustran el currículum de muchos atletas. Sus biografías son un elemento de interés mercadotécnico. A través del hábito consolidado de producir documentales, muchos deportistas (y clubs y selecciones) explotan esta seña de identidad corporativa, susceptible de trascender el interés de los patrocinadores o, en el ámbito filantrópico, el compromiso con causas solidarias.