El acento de Enmanuel Reyes Pla es más cubano que el Malecón de La Habana, pero en la zona mixta, moviéndose hiperactivo como si todavía estuviera esquivando los intrascendentes golpes del belga Victor Schelstraete, repite una y otra vez que se siente orgulloso de su españolidad. En sus zapatillas blancas lleva escritos a mano fragmentos de la Biblia. Primero, Dios, ahí no admite discusión, y después, el país de acogida. Ese es el orden de sus agradecimientos.

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