La temporada pasada solía salir cara y en esta, en cambio, la moneda ha acostumbrado al Girona a mostrar la impertinente cruz del fútbol. Tras cuatro partidos sin ganar, las urgencias llamaban a la puerta de los gerundenses y en Balaídos entraron de par en par en el seno del equipo. Los de Míchel, de nuevo sin las mejores sensaciones goleadoras, rozaron un triunfo balsámico, merced a un gol de Yangel Herrera, el primero en cuatro partidos, pero el Celta, con merecimiento, salvó un punto gracias al de siempre, al capitán eterno, a un Iago Aspas que, a sus 37 años, demostró en media hora porque sigue siendo uno de los mejores jugadores de la Liga.