Se ha muerto el primer y único ídolo de mi infancia. Me he pasado media vida hablando de él con cualquier pretexto, como fórmula inconsciente para alegrarme el día, probablemente para reconciliarme con el fútbol que viví de pequeño, el primero, el que nunca osamos manchar porque es íntimamente nuestro. Cada uno tiene el suyo. Material reservado. Solemos acudir a él como método para desestresar nuestras ocupadas cabezas, como cuando nos enrollamos debajo del edredón en una tarde fea de otoño.

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