Ante la disyuntiva entre analizar sesudamente el fútbol y disfrutarlo, uno siempre escogió la segunda opción. La tendencia actual por desmenuzar científicamente el juego, como si todo pasara por la pizarra, la mecánica de los movimientos y los GPS pegados a los pectorales de los futbolistas, despista respecto a su esencia, refrigera el ardiente júbilo que nos producen las iniciativas individuales de los jugadores, sus regates, sus combinaciones y cómo no sus goles, especialmente si hablamos de los grandes cracks.