La actualidad está haciendo un flaco favor a la realidad del Girona, un equipo encumbrado la pasada temporada, muy por encima de sus posibilidades, que este curso ha vuelto a la tierra con un aterrizaje forzoso, plagado de lesiones y con reproches de la afición por los malos resultados. “Somos un club que debería estar ser feliz y contento”, valoró el director deportivo del club, Quique Cárcel, que lamentó “la crispación” de la hinchada.