Faltaban cinco minutos para que empezase el partido y por los altavoces de Montilivi sonaba la banda sonora de Juego de Tronos. En ese momento los 400 aficionados pericos presentes en la grada comenzaron a pedir la dimisión de la directiva de forma espontánea. Seis derrotas en los últimos siete partidos les habían amargado las últimas semanas. No sabían que todo iría a peor, que su equipo se convertiría minutos después en un espectro, en un cuerpo inerte, en un equipo anticompetitivo, en un caminante blanquiazul, y sufriría la séptima derrota de una manera bochornosa.