Antes de hablar de la figura de Manolo González, entrenador del RCD Espanyol, me gustaría compartir una sensación contradictoria. Nou Sardenya, martes por la noche, CE Europa-UD Las Palmas (“No pudo ser”, titularía el Abc ). Campo lleno. Cinco suplentes canarios calientan en la banda, pegada a mi localidad de fortuna. Durante más de veinte minutos, un preparador físico dirige unos ejercicios de originalidad remarcable, que rozaban el calentamiento del cuadro de ballet del Bolshói. ¡Qué sofisticación! Pensé en todos esos músculos del cuerpo que estamos descubriendo gracias al fútbol del siglo XXI y esas lesiones de las que ya empezamos a ser especialistas. Todo es desplomarse un jugador en el campo, reclamar el cambio y anticipar un diagnóstico desde el sofá del comedor.