Un desventurado Espanyol comenzó el año como lo terminó. Jugadores, técnicos y afición reman y reman en una misma dirección. Cada vez con más energía y pasión. Pero el yate no se mueve. El juego del equipo es más que convincente. Las sensaciones fueron sensacionales ayer. Las ocasiones ya llegan. También los remates. La comunión es total. Pero a este equipo se le sigue resistiendo la victoria. Y sin eso de nada vale la unión, el compromiso y el trabajo. Jornada a jornada se ahoga un poquito más este equipo, que se exprime sin mácula para después morir casi siempre en la orilla.