No me gusta el 8- M. Me invade una gran tristeza cuando pienso que aún necesitamos un día en el calendario para reivindicar una verdad tan básica como la idea radical de que las mujeres somos personas, en palabras de Angela Davis. ¡Qué cantidad de trabajo por hacer! Para no desesperar, en los últimos años, he optado por cambiar la manera de enfocar este día y centrarme en celebrar aquellos avances desde el anterior 8- M, por pequeños que sean. Buscando un poco aquel espíritu de Joan Laporta con el mítico “ ¡Qué no estamos tan mal!” Y, esta vez, me ha quedado una recopilación de gestas, centradas en el ámbito deportivo, que es el que me toca de cerca, que me hacen mirar al futuro con optimismo. El gran paso adelante desde el anterior 8- M pasó en agosto. Aquel beso sin consentimiento de Luis Rubiales, entonces presidente de la Federación Española, a Jenni Hermoso puso sobre la mesa debates y reflexiones antes impensables. Aparte de las reacciones y decisiones institucionales, que nunca sabes si son por convencimiento o por postureo, lo que hizo Rubiales y su actitud posterior despertó debates de sobremesa entre familiares y amigos, conversaciones de gente anónima entre cafés o cervezas donde aparecían reflexiones inesperadas que cuestionaban lo que siempre se había catalogado de normal y que ahora no era tanto. La ola de aquel tsunami todavía remueve aguas y sedimentos hoy. Y yo celebro que la corriente no se detenga.