Ver derrumbarse ante tus narices a un tipo de 38 años al que supones más fuerte que un roble centenario es también parte de los Juegos, su esencia en realidad. Felipe Perrone, capitán de la selección de waterpolo, sabía que París suponía un punto y final en su carrera como internacional, el colofón a un palmarés con un Mundial y un Europeo, así que probablemente se había imaginado un final distinto. “¿Seguir? Lo pensaré, pero con 38 años sería pedir mucho a mi cuerpo”, admite una vez fuera de la piscina. El caprichoso cuadro decidió que Croacia, vigente campeona del mundo, se cruzara con los españoles en cuartos de final, la frontera de la alegría con la tristeza, y la moneda cayó torcida. Perdió España (10-8), el equipo que Perrone lleva dentro.