Vincent Kompany es un hombre a una gorra pegado. La prenda es inseparable en los entrenamientos y en los partidos para el nuevo entrenador del Bayern, 1,93 metros que impresionan, coronados por la visera. Sin embargo, ayer compareció ante la prensa con la cabeza pelada, desnuda. Tampoco hubiera podido esconder las intenciones del belga, excentral de 38 años, solo dos más que Lewandowski: “Ni el Barça de Flick ni nosotros nos queremos adaptar al rival. Vamos a ir a jugar como siempre, al ataque”, anunció. Esa valentía es la que le llevó al cargo.